La comunicación, en su dimensión social, política, cultural y económica, constituye uno de los pilares fundamentales de las sociedades contemporáneas. A medida que avanzamos en el siglo XXI, su papel como estructura articuladora de sentidos, mediadora de relaciones y puntal en la creación de procesos óptimos de transformación se ha intensificado, impulsado por la evolución tecnológica, la globalización informativa y la emergencia de nuevas prácticas culturales. Dentro de este contexto, las marcas, entendidas como construcciones simbólicas que articulan valores, relatos e identidades, han adquirido un protagonismo creciente en el ecosistema comunicativo. Lejos de ser meros instrumentos de diferenciación comercial, se han convertido en agentes culturales que influyen en la agenda pública, el comportamiento social y las dinámicas mediáticas.
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